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Día del Albañil: cuatro testimonios que celebran la construcción

Historias

Lo bueno y lo malo. El aprendizaje. La tecnología y la artesanía. Conocé más sobre la vivencia de la albañilería a través del relato de sus protagonistas.

“Ser albañil es sentir la satisfacción de construir una casa desde cero y entregarla a esa persona que cumple el sueño de la casa propia. Es aprender todos los días algo nuevo, con materiales y herramientas más innovadoras que te llevan a trabajar de mejor manera”, señala Cristian Andrés García, de 36 años, cuando esboza una definición sobre su profesión.

Él y tres colegas comparten con nosotros cómo se vive hoy la obra, y qué diferencias notan en la actividad con el correr de los años. ¿El lugar de la charla? Una de sus construcciones en el barrio Palos Verdes de Bahía Blanca.

Lo bueno y lo malo

“A mí me gusta el oficio y el folklore de la obra, el mate a la mañana y la alegría de quienes trabajamos, como también la flexibilidad horaria”, menciona Cristian David Fueyo, de 46 años, con 22 de experiencia en la construcción y 16 como trabajador independiente. “Este es un oficio donde no se puede trabajar solo. El compañerismo es algo muy importante, sin compañerismo es imposible construir una casa”, agrega.

A esta declaración se suma Mariano García, de 26 años, al contar que esta manera de trabajar, colaborar entre todos, es un factor fundamental para contrarrestar el desgaste corporal, el sol extremo y las bajas temperaturas a las que un constructor se enfrenta cotidianamente. “Lo más difícil es el clima, es una actividad sacrificada. Es un trabajo muy físico”, sostiene al reforzar lo que ellos consideran “lo malo” del oficio.

El aprendizaje

El más joven es Gonzalo Alarcón, de 20, trabaja en la construcción desde hace poco más de un año y se está formando al observar y seguir a los mayores. “Hoy estoy pegando ladrillos y aprendiendo a revocar, ya le estoy tomando la mano”, relata quien se inició en la actividad por necesidad, como en algún momento también lo hicieron sus colegas.

La mejor escuela es la obra. No está demás estudiarlo, pero creo que no hay como estar acá e ir aprendiendo”, explica Cristian quien ya cuenta con 18 años de trayectoria. “Vivir el día a día, experimentar los errores, encontrar las soluciones a cada problema que se presenta, no está en los libros”, declara.

Por eso, el tiempo es una variable sustancial en este oficio. Se van ensayando nuevas habilidades, conociendo nuevos materiales y herramientas, y así el trabajo se va perfeccionando. También aclara el futuro y marca nuevos horizontes, como el de Mariano quien comenta: “Luego de estos siete, ocho años que llevo como albañil me veo trabajando en este oficio a largo plazo, me gustaría ser maestro mayor de obra; tengo el secundario completo y es uno de mis planes”.

La tecnología y la artesanía

Para David, quien dirige a este grupo de profesionales desde FyF Construcciones, la albañilería evolucionó mucho en los últimos años porque surgieron herramientas y materiales que aligeran algunas tareas. “En ese sentido, hubo un aporte de la tecnología a la obra. Pero sigue siendo un trabajo artesanal como hace 30 años atrás. El último toque de la obra es artesanal. Siempre le digo a los chicos que empiezan: el que es prolijo será prolijo en la obra”.

Cristian también destaca el aporte tecnológico: “No hace tantos años que trabajo como para hablar sobre cómo se hacían las casas de adobe (sonríe)… Pero cada vez hay cosas más novedades y productos que simplifican algunas tareas y te permiten hacer acabados muy buenos”, ejemplifica: “Hace poco tiempo atrás no se usaban arcos niveladores para revestir y cuñas. Te ayudan a ser más detallista”.

Mezcladoras, retroexcavadoras, máquinas para revocar, cómo se pegan los ladrillos, son otras de las técnicas y herramientas que mencionaron estos albañiles como aportes tecnológicos para su día a día, sin dejar de mencionar el tiempo y esfuerzo que implicó adquirir algunas de ellas.

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